Llegar a casa. Verla, sentirla, acariciarla... tan sólo mirarla. Eso es suficiente para compensar todo lo que suceda a tu alrededor. Tiene tan sólo un mes de vida, pero ya se ha convertido en lo más importante. Mide cincuenta y pocos centímetros, pero es la más grande. Su sonrisa es capaz de atraparte. Su inocencia te envuelve. Su piel te relaja. Sus llantos te alteran y sus caras te seducen. Es algo diferente, único, inexplicable e incompresible, hasta que no llega.
Es lo mejor de mi vida. Es mi niña.
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